Las imágenes son muchas veces compañeras de viaje, y otras veces bastan para hacernos viajar.
Estas fotografías son de las que nos hacen viajar, y en esta ocasión nos llevan a India. Nos transportan a un mundo lejano que sin embargo nos resulta familiar. De modo que, sin esfuerzo, nos dejamos llevar al corazón de un barrio donde la alegría y la miseria son atributos que conviven con la enfermedad y la juventud, el dolor, la sabiduría, la inocencia, la bondad, el arte y la gitanería.
Estamos en Kathputli Colony que es, desde hace 50 años, el lugar donde vive el grupo de nómadas que retratan estas fotografías.
Estas familias de artesanos, tejedores, labradores, músicos y marionetistas se asentaron entre Shadipur en Nueva Delhi cuando todavía no había nada allí. Y construyeron sus casas de madera y barro dando nombre al lugar con su saber hacer: Kathputli quiere decir, en la lengua del Rajastán, marioneta de madera. Y Kathputli Colony es, por tanto, el barrio de los hacedores de estas tradicionales marionetas de madera.
La vida en esta comunidad gitana no es fácil. Pero con su integridad, su humildad y su gran humanidad, ellos dignifican el entorno.
Ante su honesta mirada no podemos dejar que la nuestra se fije solo en la falta de agua y electricidad, en sus caóticas calles o en los canales por los que, al atravesar el barrio, corretean las ratas.
La impresión de miseria no es solo apariencia, pero hay en este laberíntico poblado otras realidades capaces de hacer que nuestra vista se separe del suelo y se eleve en busca de otras percepciones, logrando que nos olvidemos de la pobreza material para gozar de la riqueza emocional, cultural y humana de estas gentes.
Porque, si bien es cierto que carecen de muchas cosas, conocen el valor de lo que tienen y están orgullosos de ser lo que son. Continuadores de una larga tradición llevan a sus calles el color y la magia, haciendo que antiguas historias todavía hoy cobren vida.
Consiguen que realidades tan distintas como intensas convivan en un mismo lugar y de este modo hacen al barrio latir y llenan de vida su comunidad.
Factores como la distancia geográfica y la falta de una lengua común hacen difícil que sus antiguas narraciones y sus representaciones teatrales puedan llegar a nosotros. Así que de la misma manera que las marionetas de madera se ponen en manos de sus manipuladores, nos pondremos nosotros en las de estas imágenes y dejaremos que hablen a través de nosotros. Simplemente, si hubiera ocasión, yo daría mi vida por ellos, viendo desde Madrid, este mundo occidental absolutamente rechazable. Claro que daría mi vida por ellos. Gracias a la dignidad, si es que existe esa palabra en Europa. Gracias a los gitanos de la India por vuestra dignidad.