REVISTA DE CINE

miércoles, 22 de diciembre de 2010

MRINAL SEN, los primeros años (2)

Mrinal Sen estudió químicas en la Scottish Church College, que, dice, era "un semillero de los estudiantes radicales por la liberación". "En esta universidad protestante, fué el Prof. Mohit Choudhury quien nos enseñó la Biblia," Sen recuerda. "Me encanta la Biblia. Yo la trato como una pieza de literatura en vez de un tratado religioso", añade. "Hubo un tiempo cuando yo estaba absorto en la lectura de un amplio numero de temas y autores. Como socio de la Biblioteca Imperial (que más tarde se convirtió en la Biblioteca Nacional), leí a Firdaus, Fitzgerald, Nietzsche, Marx.

Durante 1937 - 1938, la Brigada Internacional se creó por la Guerra Civil española. Uno de los más grandes escritores de todos los tiempos formó parte de ella. Stephen Spender y Hemingway eran dos de ellos. Me atreví a con un largo poema de Pablo Neruda, que entonces era perseguido por la policía. Se titulaba, "Fugitivo en algún lugar de América". Ralph Fox, quien murió en la guerra española a los 36 años me fascinó mucho.

Durante ese tiempo, yo había visto una película de P.C.Barua y esas experiencias me inspiraron a escribir un artículo : EL CINE Y LA GENTE.

El Partido Comunista de la India fue prohibido en ese momento, y la asociación política era con personajes que estaban ilegales. Se convirtió en un participante entusiasta y activa en las actividades de la Asociación del Teatro para el Pueblo (IPTA), fundada en esa época, una organización cultural, destinada a elevar la conciencia política entre las masas en contra del gobierno británico, a través del teatro. Dado que el IPTA era conocido por ser el brazo cultural del Partido Comunista de la India. La relación de Sen con el IPTA lo llevó a un más estrecho contacto con el pueblo y también con artistas que compartían su ideología política y la filosofía social. "Yo estaba muy impresionado de que el arte puede hacer mucho por el pueblo, que podría crear un cierto clima." , recuerda.

"Yo no sabría decir si anteriormente era más o menos un marxista. Pero definitivamente sé que se que me he movido de donde estaba hace años. He cambiado con la edad y la experiencia. He visto mucho, perdido mucho, adquirido mucho y aprendido mucho. Tengo un diálogo conmigo mismo y lo llevo a mi arte. El cine está evolucionando todo el tiempo y lo hace con rapidez. La tecnología tiene una fuerte influencia sobre él. Cambia las dimensiones del arte. Yo también, he cambiado con el tiempo. "

Curiosamente, Mrinal-da, nunca ha sido miembro del Partido Comunista de la India, de hecho, él se separó del mismo en 1964. "Voy a mi manera. Yo voy según conciencia. No tengo que seguir las órdenes del Partido." dijo una vez.

La hambruna de Bengala en 1943,  dejó una profunda impresión en Mrinal, con tan sólo 20 años de edad. Esta impresión se ha mantenido durante toda su vida. BAISHEY SRAVAN, era su manera de purgarse de los recuerdos traumáticos de aquella época. El hambre mató a 5 millones de personas en Bengala. "No puedo recordar un solo día cuando no tenía que pasar por encima de 7 o más cuerpos muertos, tirados allí .... Simplemente de hambre caían muertos", dice. Los disturbios en Calcuta el 16 de agosto de 1946, que tuvo un alto coste en vidas inocentes, también le perturbabó profundamente. En estos acontecimientos históricos y la ciudad de Calcuta encontró su expresión, la reflexión, cuestionamiento y la interpretación en muchas de sus películas.

Sen se enamoró de Geeta, una actriz de teatro y tienen un hijo, Kunal. Sen dice: "Yo nací de padres bengalíes, me casé con una bengalí, y vivimos en un medio bengalí. Pero no hay casi nada que pudiera ser llamado realmente bengalí o realmente la India o puramente alemán. Vivimos en una especie de cultura bastarda, que es buena para mí. Creo que, tarde o temprano, se llegará a una etapa en la que encontrar una identidad cultural, encontrar las raíces culturales, será un ejercicio en futilidad.

Después de estudiar grabación de sonido en los estudios Aurora, y junto a su experiencia en el teatro, pudo rodar su primer largometraje, Raat Bhor, en 1956.

Su cine también ha estado marcado más por la diversidad que la uniformidad, incluso por el estancamiento, a veces, cuando dejó de hacer películas durante 8 años. Esto, sin embargo, es precisamente lo que hace que él y sus películas sean el tema de debate y discusión.

Shoma Chatterjee


miércoles, 15 de diciembre de 2010

GANDHI y RABINDRANATH TAGORE


Dado que Rabindranath Tagore y Mohandas Gandhi fueron dos de los principales pensadores indios de este siglo, muchos estudiosos han intentado comparar sus ideas. Al enterarse de la muerte de Rabindranath, Jawaharlal Nehru, quien entonces se encontraba encarcelado en una prisión británica de la India, escribió en su diario el 7 de agosto de 1941:

Gandhi y Tagore. Individuos por completo diferentes entre sí, pero típicos de la India, los dos inscritos en la larga fila de grandes hombres de su patria... No es tanto debido a alguna virtud aislada sino al tout ensemble, por lo que creo que entre los grandes hombres del mundo contemporáneo, Gandhi y Tagore fueron supremos como seres humanos. Qué buena suerte que haya podido estar en estrecho contacto con ambos.

A Romain Rolland le fascinaba el contraste entre ellos, y cuando terminó su libro sobre Gandhi, le escribió a un profesor indio en marzo de 1923: "Terminé mi Gandhi, en el que pago tributo a esas dos grandes mentalidades como ríos que desbordan el espíritu divino, Tagore y Gandhi". Al mes siguiente consignó en su diario algunas de las diferencias entre Gandhi y Tagore escritas por el reverendo C. F. Andrews, clérigo y activista público inglés que llevó estrecha amistad con ambos hombres (y cuya importante participación en la vida de Gandhi en Sudáfrica y en la India refleja muy bien la película Gandhi de Richard Attenborough). Andrews refiere a Rolland una discusión entre Tagore y Gandhi presenciada por él, en torno a temas que los dividían:

El primer tema de discusión fueron los símolos. Gandhi los defendía, pues consideraba que las masas no podían responder de inmediato a las ideas abstractas. Tagore no soportaba ver que se tratara siempre al pueblo como a un niño. Gandhi aducía todo lo que la bandera, como símbolo, había conseguido en Europa; a Tagore eso le parecía fácilmente objetable, pero Gandhi perseveró y comparó las banderas europeas que mostraban águilas, etcétera, con la suya propia, en la que había puesto una rueca. El segundo tema de discusión fue el nacionalismo, defendido por Gandhi. Afirmaba que se debe pasar por el nacionalismo para llegar al internacionalismo, de la misma manera que debe pasarse por la guerra para llegar a la paz.
Tagore sentía gran admiración por Gandhi, pero difería de él en diversos asuntos, entre ellos el nacionalismo, el patriotismo, la importancia de los intercambios culturales, la racionalidad y la ciencia, así como sobre la naturaleza del desarrollo económico y social. Estas diferencias, diría yo, presentan una pauta clara y constante: Tagore lucha por un ámbito más amplio de razonamiento, por una perspectiva menos tradicionalista, con mayor interés por el resto del mundo y más respeto por la ciencia y la objetividad en general.

Rabindranath sabía que no habría podido brindarle a la India el liderazgo político que Gandhi le confirió, y nunca hubo ironía en su reconocimiento de lo que Gandhi hizo por la nación (de hecho, fue Tagore quien popularizó el tratamiento de "Mahatma" –alma grande– para Gandhi). Sin embargo, los dos fueron siempre profundamente críticos de muchas de las ideas que el otro defendía. El que Mahatma Gandhi haya recibido mucha más atención fuera y dentro de la India es lo que confiere tanta importancia a "la perspectiva de Tagore" respecto a los debates entre él y Gandhi.

En su diario de la cárcel, Nehru escribió: "Tal vez sea bueno que [Tagore] se haya muerto ahora sin ver los horrores que sobrevendrán en número cada vez mayor en el mundo y la India. Ya había visto bastantes y le inferían una tristeza infinita". Hacia el final de sus días, Tagore desesperaba ante la situación de la India, especialmente por su carga habitual de problemas, como el hambre y la pobreza, a las cuales se sumaba la incitación organizada a la violencia entre hindúes y musulmanes. Este conflicto llevaría en 1947,  seis años después de la muerte de Tagore, a las matanzas generalizadas que se dieron durante la separación; pero ya había corrido mucha sangre durante los últimos días de su enfermedad. En diciembre de 1939 le escribió a su amigo Leonard Elmhirst, filántropo y reformista social inglés con quien había colaborado muy de cerca en la reconstrucción rural de la India (y quien había fundado en Inglaterra el Dartington Hall Trust y una escuela progresista en Dartington que se apegaba explícitamente a los ideales pedagógicos de Rabindranath):
No hace falta ser un derrotista para experimentar profunda ansiedad por el futuro de millones que, no obstante su cultura innata y sus tradiciones pacíficas, se ven sometidos simultáneamente al hambre, a la enfermedad, a la explotación de propios y extraños, y al descontento del comunalismo.
¿Qué habría pensado Tagore de la India actual?, podemos preguntarnos a sesenta años de la independencia de 1947. ¿Vería progreso, un desperdicio de oportunidad, tal vez incluso una traición a sus promesas y convicciones? Y, pasando a un tema más amplio, ¿cómo reaccionaría al difundido separatismo cultural del mundo contemporáneo?

FRANCISCO VALDES UGALDE

martes, 14 de diciembre de 2010

GUERRAS GITANAS

GUERRAS GITANAS

 No hice la mili, nunca tuve consolas con complicados juegos de estrategia militar. Parecería que nunca participé en ninguna batalla, real o virtual, pero es cierto que además de socializarme con los clásicos juegos de piratas o indios y vaqueros con los que los amigos del barrio pasábamos horas en la primera infancia,  sí crecimos en algo que parece estar muy actual en la política contemporánea: la cohesión y el miedo frente al enemigo común. Y ese no era otro que el miedo al gitano.

 No recuerdo cuando oí hablar por primera vez de los gitanos, esos personajes misteriosos que acechaban como sombras por las esquinas y que representaban justo lo contrario de lo que mi madre quería para mi, que curiosamente solía ser lo que yo hacía y más me satisfacía: “péinate anda que pareces un gitano, no se escupe al suelo eso es de gitanos. Mira como vienes de la calle, si es que sois como gitanos”.

 Mi barrio era uno de tantos barrios obreros del sur de Madrid con pisos construidos al hilo de la inmigración de los 60 como viviendas para trabajadores de una de las muchas fábricas que surgieron en esa época.
 Pero tenía sus fronteras perfectamente delimitadas y como en el viejo oeste, más allá de éstas se encontraba el territorio salvaje, inhóspito y hostil de los gitanos: núcleos de chavolas y casas viejas se concentraban entre las afueras de mi barrio y las carreteras que lo rodeaban.

 Desde muy niños, pronto aprendimos que nuestro terreno de juegos podía ser invadido en cualquier momento por “bandas” de gitanillos que penetraban en nuestro seguro mundo arrasando con ellos confianzas, diversiones, balones , cromos, peonzas o la tragedia de las tragedias: alguna bicicleta. . Bandas que se dejaban ver provocando el miedo en los “inocentes niños buenos” que por allí andábamos.
 Y entre esos gitanillos enseguida un nombre empezó a hacerse fuerte en nuestros temores: Abraham.

      El Abraham, como así le llamábamos, tendría dos o tres años más que yo. No era el color rubio de su rizado pelo lo que nos imponía, que a diferencia del negro cabello de sus congéneres le hacían destacar por encima de ellos, ni su esmirriada figura, alta y delgada. El Abraham tenía una cualidad que le hacía temible a nuestros ojos. El Abraham era cojo. Arrastraba su pierna en un curioso baile cuando andaba. No sé por qué, un rasgo que de adultos no es más que una clara discapacidad a los ojos del niño se convertía en un rasgo de ferocidad. Como Jhon Silver, el famoso pirata de la pata de palo de la Isla del tesoro. Pero más feroz que su porte, era sin duda su leyenda, su halo enigmático. No sé cuando ni por qué se forjó ese halo, pero hay aprendizajes que en la vida de un niño de siete u ocho añitos parecen ser naturales en sí mismos, que siempre han estado ahí o que ha crecido con ellos. El Abraham era el gitano temido del barrio entre nosotros.

      Iban pasando los años entre libros del colegio, bocadillos de nocilla y patadas al balón. Recuerdo días en que me desplazaba con mi colección de cromos de la liga de fútbol buscando entre los bloques cercanos otros niños con quien intercambiar los repetidos. Siempre el mismo ritual. Te cambio, vale. Sile, sile, nole ,nole, sile… cuando de improviso, dos o tres gitanos aparecían, nos pedían ver los cromos y se los llevaban como el esbirro del Señor Feudal que pasa a cobrar su tributo a la plebe. Afortunadamente el último fichaje de turno, ese que lo cambiaba por más de cincuenta cromos lo llevaba siempre escondido a buen recaudo, entre el calcetín y nunca sufrió ningún expolio. Recuerdo también como, en medio de un partidillo de fútbol con árboles haciendo de porterías en los entrebloques junto a casa, de pronto tres o cuatro gitanos llegaban. El miedo nos paralizaba. Nos pedían dar unas patadas al balón, y salían corriendo con el preciado tesoro entre los brazos frente a nuestra desolación y nuestra resignación.

      Inventábamos estrategias como aquella de acordar una contraseña cuando alguien divisara a algún gitano y huir entonces despavoridos dispersándonos. Jugábamos con nuestra peonza y alguien del grupo gritaba  -“Pipas!!. Y salíamos corriendo. Cuando nos juntábamos abroncábamos al vigía de turno porque normalmente avisaba sin peligro alguno. Que sí, que era el Abraham que lo he visto. Seguro. Pero ni Abrahám ni nada porque cuando los gitanillos aparecían nadie tenía valor suficiente para gritar nada. O como aquellos domingos en que planeábamos estrategias para avanzar en pequeñas avanzadillas hasta el cine del barrio. Aquel cine guardaba un sabor especial. Aun recuerdo su olor a sala cerrada con palomitas y cocacola. Pequeño y familiar,  los fines de semana nos encontrábamos allí para ver la Guerra de las Galaxias o Indiana Jones o cualquiera de las películas de Bruce Lee gracias a estas últimas por cierto, terminábamos siempre peleados entre nosotros por intentar emular sus patadas y puñetazos. El cine siempre era una algarabía de risas, silbidos cuando la protagonista estaba buena o comentarios irónicos en alto en casi todas las escenas. Y es que era un cine tomado por los gitanos. Siempre avanzábamos dos del grupo, agachados hasta la siguiente esquina.
Comprobábamos que el territorio estaba despejado, y dábamos la señal para que avanzase el resto del grupo. Estrategia siempre inútil porque cuando llegábamos a la cola del cine a sacar las entradas, por más que nos quisiéramos sentir seguros por la presencia de otros chicos más mayores allí estaban el Abraham u otros gitanillos que se nos acercaban y nos preguntaban ¿Tenéis cromos?

      Lo cierto es que el Abraham jamás nos quitó nada. Siempre fueron otros. Pero su sola figura ya merecía respeto.

      Seguían pasando los años y la adolescencia iba haciendo su aparición entre los amigos del grupo. Empezaban a cambiar nuestros cuerpos, nuestros gustos, nuestras costumbres. Aunque en esos primeros años púberes se mezclaba en el mismo envase una mente infantil con una nueva mente adolescente que comenzaba a cuestionarse cosas. Como por ejemplo nuestra sumisión. Pronto comenzaron a oírse las primeras reflexiones del tipo Es que se lo ponemos a huevo.

      Pero aunque nuestros cuerpos cambiaban había juegos que no abandonábamos como los siempre presentes partidos de fútbol. Cambiaba, eso sí, la ocupación del espacio. Zonas que hacía años eran impensables de transitar ahora expandíamos nuestras fronteras tanto mentales como físicas y nos íbamos a jugar más allá de las vías o de la carretera dejando atrás grupos de chabolas.

      Uno de aquellos días en que jugábamos un partido en el Campo de Tierra fue quizá el punto de inflexión en mi guerra gitana particular. El campo en cuestión era un terreno de juego de verdad, donde jugaba uno de los equipos federados del barrio. Pero se encontraba al otro lado de la carretera descendiendo por una zona de pequeñas dunas de maleza, rastrojos, y escombros amontonados. Disfrutábamos del placer de unas porterías de verdad y una extensión grande para correr. Aquel día jugábamos mezclados con otra gente más mayor, conocidos de unos de mis amigos y ajenos al barrio y que tendrían unos dieciséis o incluso dieciocho años algunos de ellos. Yo me encontraba algo asustado. Ese era terreno gitano. Y aunque me sentía algo más tranquilo por la presencia de chicos mayores notaba en el aire cierto  ambiente intranquilo.

      Al poco de comenzar el partido los divisé. Como guerreros sioux, rígidos en lo alto, observando, acerté a ver primero a dos o tres figuras morenas sobre una de las dunas. Al poco fueron sumándose más,  desaparecieron entre la última hondonada del terreno para aparecer descendiendo un grupo de más de diez, algunos mayores, y entre ellos una figura rubia que arrastraba la pierna al andar: el Abraham. Se mascaba la tragedia como diría algún comentarista deportivo. Ya me veía dando y recibiendo golpes para defender no ya los balones sino el poco dinero que pudiéramos llevar ya que últimamente se oían rumores sobre algún atraco buscando dinero, relojes  o cazadoras. Aunque eso es otra historia ya que en aquellos años 80 obedecían más al asunto de la heroína que de las “guerras gitanas”.

      Interrumpieron el partido. Ví como los más mayores de nuestro grupo se acercaban a ellos. Y entonces se produjo el milagro. No hubo amenazas, ni insultos, ni empujones. Por primera vez observé como el diálogo y la cooperación soluciona conflictos porque al poco organizamos un partido de payos contra gitanos. Y ahí estaba el Abraham de portero, arrastrando su pierna, intentando poner freno a una goleada brutal que saboreé como una auténtica victoria.

      Y con el paso de tiempo los partidos se hacían más distanciados, empezamos a sustituir los cromos y las peonzas por los litros, el tabaco, los besos robados a las chicas y las tardes enteras en el césped del parque. Los asaltos, como decía, comenzaron a ser fruto del caballo que golpeaba en aquellos años con toda su intensidad, mezclándose sólo en algunos casos con los gitanos.

      Unas fiestas del barrio, mis diecisiete o dieciocho años se sumergían al calor de la tribu urbana prejuvenil. Como otros años rumores de pelea con cadenas y navajas entre algún grupo con los gitanos del cruce. Reponemos provisiones entre las casetas de la feria y la música de la orquesta. Traemos más litros de cerveza, más tabaco, más pipas. Un grupo de gitanos que dejan traslucir sus coqueteos con la droga nos acorrala, nos piden nuestra bebida y nuestras carteras. Esto ya no es un juego. Uno de mis amigos se adelanta. Somos colegas del Abraham, les dice. Frase salvadora. Se relaja la tensión. Les damos a beber unos tragos. Nos dejan marchar. Con dieciocho años aprendemos a desenvolvernos en las calles del barrio. Son duras y salvajes a finales de los 80.

      La adolescencia pasó. El barrio expansionó sus fronteras dentro de mi mente. Y fuera de ellas cambió las chabolas por M-40s y nuevos pisos.  Acabo de cumplir diecinueve años. Regreso de la Universidad a casa en cercanías. En mi alma se abre un futuro prometedor. Me siento con esa omnipotencia juvenil en que todo es posible. Cruzo las vías abandonadas que en su momento marcaron la frontera. Me acomodo en el parque. Es un día azul, luminoso y soleado. Saco mi tabaco de liar con el que me siento aún más adulto liándome un cigarrillo. Entonces me fijo en esa figura que cojea. Hacía años que no había vuelto a ver al Abraham. Viste ropa elegante, pasa a unos veinte metros de mí. Se fija en mi cigarro recién liado y me dice a voces. ¡Menudo porrito primo! Que va es tabaco de liar le respondo. ¡Ya ya , tabaco! Que lo disfrutes compadre. Creo que fueron las únicas palabras que nos dirigimos en nuestra vida. Desde luego él ni sabría quién era yo. Creo que fue de las últimas veces que le vi.

      Me siento feliz como sólo un joven que ha dejado atrás la turbulenta adolescencia se puede sentir. Constato que las guerras gitanas que mi mente había construido han terminado. Ese día todo me parece posible. Aún no sabía que los enemigos de verdad, los que trae la vida y me harían madurar a golpes de dichas y de sufrimientos como siempre fue y siempre será, esos que sabrían a fracaso y desolación en ocasiones a impotencia y frustración en otras, que no quitan cromos pero que marcan sus señales en el cuerpo y en el alma, esos esperaban acechando en la esquina. Afortunadamente aquel día aún no lo sospechaba y cerré los ojos al sol de la mañana, abierto al presente y abierto a lo que el futuro me pudiera deparar.
     

Juan Carlos Perez Medina.
Escritor

lunes, 13 de diciembre de 2010

MRINAL SEN, sus primeros años.

Mrinal Sen nació en el distrito de Faridpur, en 1923, ahora en Bangladesh. Era un pueblo pequeño con el sabor especial del campo. Los Sen era una familia numerosa con Mrinal - Da, uno de los cinco hermanas y  siete hermanos. Su padre era un nacionalista convencido y un defensor de las causas perdidas.
Luchó por los combatientes de la libertad que habían pasado a la clandestinidad y apenas tenían alguna oportunidad de ganar, una vez que eran detenidos. Vivían en una extensa casa frecuentada por los familiares de estos combatientes sometidos a juicio o esperando la soga. Así, la policía un día asaltó la casa del pequño Mrinal Sen.
Cuando Mrinal tenía un año de edad, Deshbandhu Chittaranjan Das víno a Faridpur para presidir la Conferencia Provincial del los agricultores indios - el que iba a ser su último discurso. A la corta edad de ocho años, Mrinal fue detenido por haber participado en una procesión y cantando la entonces prohibida canción de Bankim Chandra "Bande Mataram". Como recordaría más tarde :  "La policía nos rodeó, y mucha gente corriendo, pero yo no pude escapar, y fuí  detenido junto con los demás. Yo era el más joven de ellos. El policía, me dijo que iba a ser golpeado hasta hacerme papilla porque yo era el más joven, y empecé a llorar. Así que estuve bajo custodia policial durante una hora o así, y entonces vinieron de mi casa y me llevaron. Ese fue mi primer encuentro con la policía ".
.. "La nuestra no era una familia económicamente acomodada, tampoco era pobre. Lo que pasaba es que era numéricamente enorme. Mi padre era un abogado -.. Independiente, recto y orgulloso, sin ser arrogante. Era el presidente de la Comisión de Abogados de nuestra pequeña ciudad.

A lo largo de su carrera, hizo su misión prestar apoyo jurídico a los activistas políticos - "luchadores por la libertad". Muy pocos eran los que podían escapar de la muerte en la horca. Mi padre sufrió la inhabilitación por 6 meses cuando boicoteó la sesión del tribunal en señal de protesta contra el arresto de Gandhi."
"Mi madre era una ama de casa tradicional, amorosa y cariñosa, de las que había millones de personas en el país".

"De lo que pude escuchar de mis padres, mi infancia no fué de color rosa pero tampoco faltó nada. Vagamente recuerdo un par de cosas que me pasó en mi infancia".

Un recuerdo doloroso fué de una hermana, más joven que él unos 10 a 12 años, que se ahogó y murió cuando ella tenía cinco años. Un pequeño Bedi - un monumento - fue construido en su memoria.

Mrinal Sen recientemente visitó Faridpur con Geeta, su esposa. "Yo estaba de visita en el lugar después de un intervalo de 47 años. Todo había cambiado por completo. Quería visitar ese Bedi de mi hermana. Para entonces, ya teníamos un centenar de personas que nos rodeaban. Alguien salió de la multitud y dijo:
" Usted está buscando el Bedi, ¿no? Vamos, yo se lo enseñaré. "Diciendo esto, él me llevó al Bedi, envejecido y triste por el poco cuidado, el único rastro de una hermana que murió antes de que pudiera conocerla mejor. No me pude aguantar. Rompí a llorar ", dice Mrinal Sen.

A los 17 años sus padres le enviaron a Calcuta para estudiar una carrera. "En la víspera de mi partida a la gran ciudad, les pregunté si, hasta ahora, habían notado algún rasgo de genialidad en mí." Se sintieron muy incómodos, no sabían qué responder. Les dije que no se preocuparan y cité a uno de los más grandes pensadores del mundo contemporáneo quien dijo: "Todos son genios hasta la edad de los diez años". Mis padres tuvieron que otorgarme el beneficio de la duda. "

"Tan pronto como llegué a la gran ciudad, fuí capturado por una especie de miedo de enfrentarse a una multitud, una multitud enorme, me sentí perdido Yo sentía que estaba solo en la multitud -.. Anónima, absorbida en lo suyo, como enjambres, indiferente a las personas, incluso amenazante y monstruosa. La difícil situación de una pequeño muchacho de pueblo que de pronto es empujado a un mundo extraño. Yo era un niño de inteligencia normal."

 En retrospectiva, viniendo de un hombre que llegó a hacer cerca de 30 películas entre 1956 y 2002, esto pone de relieve lo poco que Mrinal Sen comprendía de  su propio potencial.

La respuesta inicial fue deprimente. pero "sufrí una metamorfosis. A base de aumentar la interacción con todos, con la gente a mi alrededor, cerca de mí y no tanto, de una exposición contínua a los acontecimientos mundiales y al caos interno acumulado a un ritmo increíble, yo estaba empezando a cambiar." dice el Sen.  Leyó el manifiesto final de Tagore - "La crisis de la civilización".

Éste le hizo ver el conocimiento. Con el tiempo, descubrió que Calcuta se había convertido en una parte inseparable de toda su existencia. Él había llegado a amarla. Su creciente amor - odio con la ciudad, "hasta hoy, actúa como estimulante o irritante, me siento a la vez tocado y conmovido por su vitalidad y juventud, su humor y desparpajo, y, de hecho, por su dimensión trágica, por su grandeza. y su mezquindad .".......  Continuará

SHOMA CHATTERJEE


Exito de la tercera edición de IMAGINEINDIA BARCELONA

ImagineIndia Bcn presenta: la otra cara de lndia, Mrinal Sen. Hace mucho tiempo que queríamos presentar un ciclo sobre el director indio Mrinal Sen. Sobre todas las cosas, porque no queríamos que el espectador español permaneciera indiferente ante uno de los maestros del cine indio, que todavía se encuentra vivo. Han sido muchos esfuerzos, muchas horas de dedicación pero el pasado sábado en Casa Asia, mientras veíamos como la gente iba llenado sus asientos en la Sala Samarcanda para presenciar la primera de las películas que compone la retrospectiva... nos dimos cuenta de que el esfuerzo había merecido la pena.
Desde estas líneas quiero agradecer a Casa Asia por convertirse, un año más, en la sede de esta retrospectiva que forma la programación de ImagineIndia Bcn para el presente año, y sobre todo, a Qazi Abdur Rahim, el director de ImagineIndia Film Festival, el festival de cine indio que desde hace nueve ediciones se presenta en Madrid a lo largo del mes de Mayo, por su generosidad al brindarnos estas copias, inexistentes en nuestro país, para que el público pueda conocer de primera mano el perfil de este gran director. Qazi, con el que me acabo de comunicar hace unos minutos, se encuentra en pleno viaje por la India, en la ciudad de Calcuta, cuna del cine de autor indio o paralel cinema, y desde ahí nos envía un saludo y nos anima a descubrir esta retrospectiva.
Mrinal Sen nació en 1923 en Faridpur, actual Bangladesh. Después de trasladarse a Calcuta para estudiar Física en la Universidad, comenzó a militar en la sección cultural del Partido Comunista. Su primer largometraje, Raatboor (1955), pasó desapercibido, pero no tardó en darse a conocer en el mundo del cine con Neel Akasher Nichey (1959) y Baishey Sravana (1960), donde ya se hizo visible su compromiso político con la erradicación de la desigualdad social. No obstante, su obra no alcanzaría repercusión internacional hasta  Bhuvan Shome (1969), película precursora del denominado Nuevo Cine Indio. Su producción cinematográfica es claramente comprometida y nunca ha perdido vigencia, por cuanto los grandes temas que ha desarrollado constituyen la épica social de los desfavorecidos. Es un clásico universal del cine indio, cuya obra ha sido premiada en los festivales de Cannes, Berlín, Venecia, Chicago, el Cairo, Karlovy Vary o Moscú. El enemigo para él no estaba fuera del país, sino dentro de la propia clase media de una sociedad que él retrata integrando las influencias  del existencialismo, el surrealismo y el marxismo, al igual que la intensidad del expresionismo alemán, la “nouvelle vague” francesa y el neorrealismo italiano.

sábado, 11 de diciembre de 2010

ALGUNAS COSAS SOBRE RABINDRANATH TAGORE

Rabindranath Tagore, que murió en 1941 a la edad de ochenta años, es una figura descollante en la literatura milenaria de Bengala. Cualquiera que llegue a familiarizarse con esta larga y floreciente tradición quedará impresionado por la poderosa presencia de Tagore en Bangladesh y en la India. Su poesía, al igual que sus novelas, cuentos y ensayos, se leen en todas partes, y las canciones que compuso se escuchan en Calcuta y en todo Bangladesh.

Por el contrario, el revuelo que los escritos de Tagore causaron a principios del siglo se ha desvanecido en el resto del mundo, especialmente en Europa y el continente americano. Era cosa de ver el entusiasmo con que se recibió su obra. Gitanjali, antología poética que le mereció el premio Nobel de literatura en 1913, apareció en Londres en marzo de ese año traducida al inglés, y se reeditó diez veces antes de que se anunciara el premio ese mismo noviembre. Sin embargo, en Occidente no es muy leído, y ya en 1937 Graham Greene podía decir: "en cuanto a Rabindranath Tagore, no creo que nadie, salvo Yeats, pueda tomar muy en serio sus poemas".


El contraste entre la presencia rectora de Tagore en la literatura y la civilización bengalí, y su casi total eclipse en el resto del mundo es tal vez menos interesante que la diferencia entre considerar a Tagore como un pensador contemporáneo importante y polifacético en Bangladesh y la India, por un lado, y verlo en Occidente como un espiritualista monótono y lejano, por el otro. El propio Graham Greene explicaba que Tagore le evocaba "lo que Chesterton llama los brillantes ojos de acerina de los teósofos". En efecto, cierto aire de misticismo contribuyó a que Yeats, Pound y los primeros admiradores de Tagore lo promovieran en Occidente. Incluso Anna Ajmátova, una de las pocas admiradoras que tendría después Tagore (ella tradujo sus poemas al ruso a mediados de los años sesenta), habla de "ese poderoso torrente de poesía que saca su fuerza del hinduismo y del Ganges y se llama Rabindranath Tagore".

Rabindranath provenía de una familia hindú, de un linaje que había poseído tierras sobre todo en lo que hoy es Bangladesh. Pero a pesar de lo acertada que pudo haber sido la alusión de Ajmátova al hinduismo y al Ganges, ello no fue obstáculo para que los habitantes de Bangladesh, musulmanes en su mayoría, se identificaran profundamente con Tagore y sus ideas. Y tampoco fue obstáculo para que Bangladesh, independizada, escogiera una de las canciones de Tagore ("Amar Sonar Bangla", que significa "Mi dorada Bengala") como himno nacional. Esto puede resultar muy desconcertante para quienes ven el mundo contemporáneo como una "colisión de civilizaciones" donde "las culturas musulmanas", "la civilización hindú" y "la civilización occidental" chocan entre sí.

También se desconcertarían con la descripción que Rabindranath Tagore hace de su familia bengalí como el producto de "la confluencia de tres culturas: la hindú, la mahometana y la británica". (1) El abuelo de Rabindranath, Dwarkanath, tenía fama por su dominio del árabe y el persa, y Rabindranath creció en un medio familiar en que el profundo conocimiento del sánscrito y los viejos textos hindúes se combinaba con la comprensión de las tradiciones islámicas y la literatura persa. No es que Rabindranath tratara de producir la "síntesis" de las diferentes religiones (como con tanto ahínco lo intentó el gran emperador mongol Akbar), ni que tuviera interés en hacerlo, sino que su perspectiva lo llevaba a impugnar con decisión el sectarismo; y sus escritos –alrededor de 200 libros– muestran el influjo de diferentes componentes del legado cultural indio así como del resto del mundo. (2) La mayor parte de su obra la escribió en Santiniketan (morada de la paz), pequeña comunidad que creció en torno a la escuela que él mismo fundó en Bengala en 1901. Allí no sólo concibió un sistema de educación imaginativo e innovador, sino que, a través de sus escritos y su ascendiente sobre estudiantes y maestros, pudo utilizar la escuela como un cuartel desde el cual participar de manera importante en los movimientos sociales, políticos y culturales de la India.

El escritor profundamente original cuya elegante prosa y mágica poesía conocen muy bien los lectores bengalíes no es el espiritual gurú admirado –y luego olvidado– en Londres. Tagore no sólo fue un poeta de ingenio plural; sino también un gran cuentista, novelista, dramaturgo, ensayista y compositor de canciones, así como pintor talentoso cuya obra, caprichosa mezcla figurativa y abstracta, apenas hoy comienza a recibir el reconocimiento que merecía. A mayor abundamiento, sus ensayos se ocuparon de literatura, política, cultura, fenómenos sociales, creencias religiosas, análisis filosóficos, relaciones internacionales y mucho más.

Francisco Valdés Ugalde

viernes, 22 de octubre de 2010

LONDON FILM FESTIVAL / IMAGINEINDIA / Entrevista a KIM LONGINOTTO



Kim Longinotto es una documentalista britanica, ganadora de numerosos premios. Su ultima pelicula Pink Saris se trata de un excepcional grupo de mujeres luchando contra la represion en la India.

Voy a venir al festival de este año... con un nuevo filme, Pink Saris.

Deberías ver mi película si... si puedes. No te aburriras.

Lo mejor de los festivales de cine es... ver un monton de filmes que de otro modo no se pueden ver.

Lo peor de los festivales es...ver sobrepasada por el enorme numero de filmes que te gustaria ver.

Los festivales de cine tienen importancia en estos tiempos...porque los festivales son una ventana por donde mirar al mundo que nos rodea.

Lo primero en que piensa cuando se habla de Londres... Hampstead heath. No se por que si apenas voy alli.

Si pudiera estar sentado en una película al lado de... Renu Devi Paswan.

La última película que ví ... Fish Tank (Lo vi ayer).

y era... fabuloso.

Los directores que más me han influido...  Lukas Moodysson (en concreto su obra anterior Show Me Love), Florian Henckel von Donnersmarck (The Lives of Others), Shane Meadows, Stephen Frears (por su Mi hermosa lavanderia), a los creadores de Mad Men y Los Sopranos - Podria seguir y seguir!!!  Y pensare en muchisimos mas despues de esto.

Si no hubiera venido al festival hubiera pasado mi tiempo .... viendo a los amigos.


London Film Festival
Imagineindia

sábado, 16 de octubre de 2010

LONDON FILM FESTIVAL / IMAGINEINDIA : Entrevista a ANANTH MAHADEVAN


Voy a venir al festival de este año...
porque mi filme I Am Sindhutai Sapkal está en la sección oficial. Es una gran sensación formar parte de un festival reconocido donde se muestran las mejores películas del mundo. 

Deberías ver mi película si...  si quieres ver la historia de una mujer quien se quiso suicidar dos veces pero que finalmente recogió los retazos de su vida y volvió milagrosamente a la vida. 

Lo mejor de los festivales de cine es...  que abren una ventana al mundo de filmes que crees que no existen.

Lo peor de los festivales es...  tratar de ver todos los buenos filmes y acabas dejando en el cajón un montón de ellos. 

Los festivales de cine tienen importancia en estos tiempos... porque la tecnología parece estar triunfando sobre el contenido. Ingmar Bergman y Jean luc Godar son historia; ahora más que nunca es necesario ser recordado cuál es esta gramática del cine. 

Lo primero en que piensa cuando se habla de Londres... que tiene un rico legado cultural.

Si pudiera estar sentado en una película al lado de... Steven Spielberg. El programador del festival Cary Rajinder Sawhney dice muy amablemente que mi filme recuerda a El Color Púrpura. 

La última película que ví ... El secreto de tus ojos, el filme argentino que ganó en los últimos oscars.

y era ... un terrible thriller humano con un final subyugante. 

Los directores que más me han influido... Akira Kurosawa, Satyajit Ray, Adoor Gopalakrishnan, Andrzej Wajda, Ingmar Bergman, François Truffaut, Federico Fellini, Abbas Kiarostami, Mohsen Makhmalbaf.

Si no hubiera venido al festival hubiera pasado mi tiempo .... haciendo mi siguiente filme.


LONDON FILM FESTIVAL
IMAGINEINDIA

London Film Festival / Entrevista a John Sayles



El prolífico director americano de cine independiente John Sayles regresa al festival de Londres con el filme Amigo, una encendida historia sobre la invasión y la resistencia durante la guerra Filipino - Americana.

Voy a venir al festival de este año .... felizmente.

Deberías ver mi película si .... estás interesado en historia o comportamiento humano.

Lo mejor de los festivales de cine es .... una oportunidad de mostrar tu trabajo. 

Lo peor de los festivales es .... pasar mucho tiempo en los aeropuertos.
Los festivales de cine tienen importancia en estos tiempos .... porque la distribución se ha vuelto muy difícil.
Lo primero en que piensa cuando se habla de Londres .... la lluvia. 
Si pudiera estar sentado en una película al lado de .... Maggie Renzi.

La última película que ví .... Winter,s Bone.

y era .... muy bien hecha.

Los directores que más me han influido ....  AKIRA KUROSAWA y MARIO MONICELLI

Si no hubiera venido al festival hubiera pasado mi tiempo .... haciendo guiones.



London Film Festival

Imagineindia

sábado, 9 de octubre de 2010

AKIRA KUROSAWA sobre SATYAJIT RAY

            Akira Kurosawa y Antonioni en la India           


 
Recuerdo una historia, cuando visité la India para un festival de cine, hace bastante, había un enorme árbol que casi medía una milla de ancho.

No sé por qué de repente recuerdo esta historia. Quizás porque desde el primer momento que ví a Satyajit Ray pensé que ese hombre era como un enorme árbol. Un inmenso árbol en los bosques de la India. Y siguió creciendo hasta alcanzar esa milla de ancho. Es el único que puede llegar tan grande.

Mi mayor admiración por él.

AKIRA KUROSAWA
Director

lunes, 23 de agosto de 2010

SHANTARAM, 73 años de Cine Indio

V. Shantaram vivió una larga y, presumiblemente, feliz vida, un poco menos de 90 años. De éstos, 73 le dio al cine. Comenzó su vida profesional cuando entraba en la adolescencia, con el legendario cantante y actor, Bal Gandharva, como recadero. En sólo dos años encontró empleo en un cine de barrio y poco después se convirtió en ayudante del fotógrafo, Baburao Painter. Pronto, Baburao se pasó al cine y Shantaram aprovechó la oportunidad para aprender todo lo que pudiera sobre cine. Ayudó en la dirección, producción y edición y también se convirtió en el principal actor en varios de los filmes de Baburao. Actuó en 15 películas durante los próximos nueve años, haciendo papeles que van desde campesinos pobres y opulentos príncipes a los dioses del panteón hindú. En 1929, dirigió su primera película, Netaji Palkar, una película histórica de uno de los héroes de la historia de Maharashtra. Todo esto mientras que la mayoría de sus contemporáneos estaban estudiando en la escuela o la universidad. Para Shantaram, la universidad fué los estudios de cine.


A la edad de 28, ya un veterano actor y director, creó el Prabhat Film Studio, con tres de sus colegas, Fattelal, Damle y Keshavrao. Durante los siguientes 13 años en los estudios Prabhat se producen algunas de las películas memorables del cine indio, un gran número de ellos dirigido por Shantaram. Sus primeras películas se basaban principalmente en la mitología y la historia; los dramas de época, que estaban en boga en ese momento. Pero la temporada en los estudios UFA en Alemania a principios de 1930, pareció haberle afectado muy profundamente. Su estilo de iluminación y la forma de enmarcar sus imágenes habían cambiado dramáticamente, su obra se volvió más expresionista y el montaje que utilizó le puso muy por delante de los demás cineastas de su tiempo. Más importante aún, el tema de sus películas tenían una fuerte intención reformista y preocupación social. Anticolonial, un trasfondo político que se podía ver en varias de sus películas durante la década de los 1930. Éste fue quizás el período más creativo de Shantaram, películas que son reconocidas hoy como clásicos : AMRIT MANTHAN, AMAR JYOTI, DUNIYA NA MANE, ADMI y PADOSI se produjeron durante ese tiempo en Prabhat. Los otros cineastas que hicieron algunas películas notables en su época fueron Fattelal y Damle y juntos dirigen SANT TUKARAM, la primera película india en ganar el máximo premio en el Primer Festival Internacional de Cine de Venecia en 1936.

En 1942, Shantaram se separó de Prabhat Films para crear su propio estudio de cine, Kalamandir Rajkamal en Bombay. La mayoría de las películas que hizo en Rajkamal se convirtieron en grandes éxitos comerciales, pero a la crítica no fueron tan bien recibidas como sus anteriores filmes. Algunas de las películas memorables que dirigió en Rajkamal fueron: DR KOTNIS KI AMAR KAHANI, DO ANKHEN BARA HAATH y LOK SHAHIR RAMJOSHI (un musical basado en una forma popular de teatro en Maharashtra). Esta película finalmente crearía uno de los géneros de mayor éxito en el cine marathi.




Prolífico como era como productor y director de cine, Shantaram ayudó a establecer la Junta Consultiva de Cine para el Gobierno de la India como Jefe de Producción, durante los años de guerra. Shantaram continuó siendo un cineasta activo hasta el final. La película, Jhaanjhar estaba en producción cuando murió a la edad de casi 90.

Cuando Shantaram falleció en 1990 el negocio del cine indio como una industria establecida tenía 77 años de edad. Formó parte de ella durante 73 de esos años.

Sus primeras 15 películas fueron hechas durante la época del cine mudo. Y su última película se hizo cuando la tecnología digital había hecho su entrada en el cine.

No era necesariamente el mejor director de cine que la India haya dado, pero sin duda fue uno de sus más innovadores, con una curiosidad y pasión por el aprendizaje que permaneció con él hasta el final de sus días.

Shantaram dió lo mejor sí, cuando se ocupó de las cuestiones sociales, aunque hecho con las más altas dosis de melodrama y sentimentalismo. Un gran número de sus películas fueron un gran éxito.


Si uno desea conocer la historia del cine indio sólo tiene que leer la autobiografía de Shantaram.

SHYAM BENEGAL

martes, 17 de agosto de 2010

El Nacimiento de Shantaram (Pionero del cine indio)

Shantaram Rajaram Vankudre, nacido en 1901, fue el producto de su tiempo y entorno. El cine estaba todavía en su infancia, considerado no más que una novedad, una moda pasajera. Cualquier posibilidad de que se convirtiera en una forma seria de arte parecía remota. Shantaram creció con el medio que se convirtiría en una de las artes más potentes del siglo veinte.

La educación de Shantaram, fué la universidad de la vida, pasando de un trabajo a otro. Trabajó en un taller de trenes, luego se convirtió en un pintor, asistente de fotógrafo y, finalmente, un ujier en una sala de cine en Kolhapur.

Las películas se desarrollaban a la velocidad del rayo y todo lo que había que ver, Shantaram, lo deglutía con avidez. Sobre todo disfrutaba viendo las películas de Phalke. En 1920, cuando Baburao Painter creó su Maharasthra Film Company, Shantaram tuvo la primera oportunidad de reunirse con él como aprendiz. Llamó la atención de Baburao y fué seleccionado en el papel de Krishna en
Surekha Harán (1921), hasta que Baburao le pidió dirigir Netaji Palkar (1927).

En 1929 formó Shantaram,
Prabhat Film Company en Kolhapur y su primer éxito fue Gopal Krishna (1929). En rápida sucesión cinco películas mudas le siguieron, Khooni Khanjar (1930), Rani Chandrasena (1931) y Zulum (1931). Sus películas se caracterizaron por una gran inventiva visual y movimientos de cámara. Su preocupación principal eran los temas sociales, aunque los guiones que eligió eran cuasi mitológicos o históricos.

Con la llegada del sonido, Shantaram no se apresuró en la producción para sacar provecho de la novedad. Reflexionó: "Mi primera reacción al cine sonoro era más bien de desconfianza". En 1932 hizo su primera película sonora,
Ayodhya Ka Raja. Para el procesamiento del color, viajó a Berlín en la cima de popularidad de Hitler y tuvo plena conciencia del poder del cine como propaganda. Lo que más le impresionó fue el virtuosismo técnico del cine alemán, evidentes en Lang, Lubitsch y Ophuls.

A su regreso hizo,
Amrit Manthan (1934), que recuerda a Luis Buñuel en "Un perro andaluz". Dharmatma (1935), la reforma social frente a la ortodoxia, claramente seguidor de la cruzada de Gandhi. Shantaram estaba especialmente preocupado por la condición de la mujer en la sociedad india, Amar Jyoti (1936), Duniya Na Mane (1937), Admi, la historia de una prostituta, (1939) y su última película en Prabhat Films fue Padosi (1941), sobre la tensión comunal entre hindúes y musulmanes.

Después de su salida de Prabhat Films se convierte en productor de cine de la Junta Consultiva del gobierno de la India Británica, en su sección de propaganda de guerra, pero se quedó menos de un año y se unió a Wadia Movietone donde dirigió
Shakuntala (1943). El sorprendente éxito de esta película, que se exhibió durante 104 semanas en Bombay, permitió su impresionante filme anti-japonés, Dr. Amar Kotnis Ki Kahani (1946).

Los tiempos habían cambiado y ahora el público tenía gustos diferentes. También hubo influencias del mercado y que tuvo que realizar ciertos compromisos. Sin embargo, mantuvo hasta el final un compromiso social y de abnegado artista. Uno no puede resistir la tentación de compararlo con Frank Capra a quien profundamente admiraba. Ambos eran de la misma edad y habían luchado para ver sus nombres en los créditos de un filme. Ambos creían en el triunfo final del espíritu humano.

B.D. GARGA


¿No tendrán mil euros? de Chema Rodríguez


¿NO TENDRÁN MIL EUROS?

Las aventuras de un director-productor de cine documental independiente
El día en que entré en la productora para negociar el contrato de lo que debía ser mi primera película de ficción, me dijeron: “Esto no es un documental, a partir de ahora tu única preocupación será rodar la película”. “No sé si sabré hacerlo”, les contesté. “¿No sabes si sabrás hacer qué?”. “Preocuparme sólo de rodar la película, no sé como se hace eso”.

Es cierto, no sé como se hace, no sé como se rueda una película sin encargarme también de conseguir el dinero, de hacer el casting, de decidir la estrategia de producción, de buscar localizaciones, de engañar a directores de fotografía, montadores y músicos para que trabajen gratis o casi gratis, de encargarme de la producción de campo, de la documentación, de redactar los partes de cámara, de digitalizar las cintas, de empaquetar los dvd´s y enviarlos a medio mundo… Pensaba en esto mientras hablaba con el responsable de la productora. Ambos matábamos el tiempo a la espera de que apareciera por su despacho el abogado de la empresa, engullido por algún agujero negro con forma de atasco madrileño. El productor elogiaba las virtudes de contar con un equipo profesional y numeroso que me convirtiese, “por fin”, en un “auténtico director de cine”. Y me veía en medio de un plató rodeado por cincuenta técnicos, todos vestidos de negro, esperando órdenes. “Lo importante es no dar la sensación de que la situación te supera”. “¡TJ, al tejado! ¡Tú, a por agua! ¡El de las patillas, acompaña a TJ!”. No sabría que hacer con tanta gente, no sabría a qué se dedican, pero, sobre todo, no sabría lo que esperaban de mí. El abogado seguía sin aparecer.

Antes de “Estrellas de la Línea” había rodado unos cuarenta documentales para la televisión, algunos de ellos también sin la red de una productora o una cadena de tv amortiguando las caídas, pero con ninguno sentí la sensación de absoluta fragilidad con la que me enfrenté a esta película. El trayecto recorrido es un buen ejemplo de funambulismo cinematográfico, de lo que se entiende, desde el punto de vista de la producción, como cine independiente. En España, en la ficción clásica es excepcional el cine genuinamente independiente. Sin embargo, en el documental y sus territorios limítrofes no es excepción sino necesidad.

Este tipo de cine vive de la caridad, de la caridad de las instituciones, de la caridad de los amigos y de la caridad de los profesionales que se embarcan a sabiendas de que recibirán a cambio cualquier satisfacción menos la económica. En nuestro país, vender sobre el papel un proyecto de cine documental a una televisión o conseguir una subvención, las dos vías más corrientes, es una utopía a no ser que estés muy bien conectado o hayas sido nominado dos veces a los Oscars de Hollywood, preferiblemente las dos cosas, aunque es más útil la primera ¿Entonces? Entonces volvemos al principio, a la caridad. Es decir, además de una idea cojonuda debes tener una labia importante y unos amigos medio imbéciles que se dejen sacar dinero por amor al arte, o sólo por amor, o por no escucharte más. Este es mi caso, el del tipo con labia y amigos imbéciles que sueltan el dinero por no escucharte más.
La idea, si no brillante, era llamativa, es cierto: “Una putas guatemaltecas que juegan al fútbol para luchar por su dignidad”, pero con eso se podía haber rodado cualquier cosa: un reportaje curioso, un documentos tv, una comedia morbosa, un drama social… Lo que rondaba por mi mente no era eso. Quería usar el fútbol sólo como excusa para bucear en los territorios íntimos de unos seres humanos entrañables que luchan día a día por la supervivencia, una película divertida y tierna, sin amarillismo, que invitase a la reflexión y a la empatía a partir de la vida cotidiana de gente extraordinaria, las prostitutas, en una situación extraordinaria, un equipo de fútbol.

Vale, muy bien. ¿Y cómo se arma un proyecto así sobre el papel? En la ficción es fácil transmitirlo: hay un guión y lo que quieres contar está o no está en él, eso es todo. Bueno, no es todo, pero casi. En el documental o en cualquier película que se nutra esencialmente de lo real, no es tan sencillo porque, al margen de tus cualidades como director, de tu capacidad para ir moldeando, improvisando, manipulando la realidad, es esta la que marcará si logras o no lo que pretendes. Conclusión: para arañar el dinero sólo cuentas con la confianza que puedas generar en quienes te escuchan.

En el invierno de 2004, un servidor no estaba bien conectado ni había ganado más premio que uno de poesía a la Primavera en Segundo de BUP. De nada valía porque ya no existe el BUP y la Primavera está muy desprestigiada. No tenía contactos ni premios, pero sí un puñado de amigos lo suficientemente imbéciles como para confiar en que media docena de folios cargados de buenas intenciones podrían terminar siendo una película de la que no se sentirían abochornados. Los reuní de uno en uno, de dos en dos, en grupos, en cafés, en mi casa, en las suyas, les ofrecí facilidades de pago, acepté cualquier cantidad, en cheque, con visa, en tugris mongoles... Me sentí tan puta como las putas de mi película. Sólo me faltó poner eso que ya saben para lograr los 20.000 € que me permitían empezar, pero creo que lo hubiese puesto de ser imprescindible. Con los veinte mil y un préstamo que pedí, compré una cámara de tres mil euros, una Panasonic DVX 100, y regresé a Guatemala. El abogado de la productora llamó diciendo que iba a retrasarse. Lo consideré innecesario porque, si un servidor iba a ser director de cine de verdad no estaba claro, pero lo suyo, lo de su retraso, estaba clarísimo. A esas alturas ya no me encontraba sólo en el despacho con el productor. Se había sumado un director de cine de verdad, pero este, de verdad, de verdad, con películas de esas con actores y todo. Entró a saludar y se interesó por saber como se había gestado la historia de las estrellas. Es muy común, a la gente le atrae saber cómo se hicieron las películas. El día en que se interesen también por el cómo se van a hacer no será necesario tener tantos amigos.

La idea nació tan sólo unas semanas antes de las reuniones con mis amigos imbéciles. Pasé varios meses en Guatemala trabajando en la posibilidad de escribir un libro o rodar un documental o las dos cosas, sobre las maras, las pandillas juveniles que dominan los barrios suburbiales y, ahora también, las zonas rurales de todo el país. Lo hacía con la colaboración del Vuke, mi compañero de fatigas, el hombre todo terreno, y con Andrés Zepeda, periodista local que fue quien me llevó a La Línea, el lugar donde trabajan las prostitutas que más tarde protagonizarían la película.
El espacio era fantástico, una vía del tren junto a la cuál habían levantado doscientos cuartitos mugrientos que usaban otras tantas mujeres para ofrecer sus servicios por dos dólares. Ellas querían llamar la atención sobre el acoso policial, sobre las muertes y desapariciones, sobre la violencia cotidiana y la impunidad con que actuaban los verdugos, deseaban gritar que antes que prostitutas eran mujeres y madres y que merecían el mismo respeto y dignidad que cualquier persona. Pero pretendían hacerlo de un modo convencional, organizando manifestaciones que provocarían más violencia por parte de la policía y muy poca repercusión mediática. Les propuse hacer algo distinto, llamar la atención de un modo original: formar un equipo de fútbol y apuntarse al torneo de un club de alto standing de la ciudad. En un país ultra conservador como Guatemala se trataba de una provocación mayúscula.

Recorrimos uno a uno cada cuarto para explicar nuestro deseo de rodar una película con esa historia del fútbol, de usarla como excusa para contar sus vidas cotidianas desde un punto de vista humano. Me acompañaban en este viaje Andrés y el Vuke. A la vez que tratábamos de lograr el visto bueno de ellas, necesitábamos saltar otro obstáculo: lograr el permiso. En la Línea no sólo hay prostitución sino tráfico de armas, de drogas y de cualquier sustancia u objeto que sea ilegal, y ese tráfico lo controlan los mareros. Por tanto, el permiso de rodaje no lo otorgaba la policía ni el ayuntamiento y mucho menos el Ministerio de Cultura. Había que negociar con los muchachos. En La Línea se había rodado poco y de forma furtiva, nunca durante dos o tres meses como necesitábamos nosotros y con la complicidad de aquel ecosistema compuesto, además de por prostitutas y mareros, por buscavidas de medio pelo, mercachifles, predicadores evangélicos, colgados, clientes, policías y ladrones. Un universo en el que no era fácil distinguir a los unos de los otros. Los mareros, a quienes tratábamos con cierta familiaridad por la experiencia anterior, sólo nos pusieron como condición que las mujeres estuviesen de acuerdo y evitar rodar en ciertos lugares concretos. Ellas también dieron el visto bueno.

Con el acuerdo “firmado”, regresé a lograr la financiación, eso ya lo he contado, y Andrés comenzó a entrevistarse con las mujeres para saber cuantas estaban interesadas en el proyecto y profundizar en sus historias. El siguiente paso era conseguir un operador de cámara. No había dinero para traerlo de España. En Guatemala, los buenos son caros y los demás no nos servían. Hablamos con René Soza, uno de los mejores. Le expusimos abiertamente el proyecto y la situación financiera. Tuvimos suerte. Su primera experiencia sexual había sido en la Línea, muchos años atrás, y le entusiasmaba la posibilidad de entrar de esa manera en un mundo de tan difícil acceso. Bajó su caché hasta el límite de la supervivencia y él completó el equipo: René, Andrés, el Vuke y un servidor. Andaba en el relato de esta parte de la historia cuando apareció el abogado, sudoroso, sinceramente aturullado. Antes de sacar los papeles, me pidieron que terminase de contarla.
De las doscientas mujeres de la Línea, casi la mitad dijo querer participar de alguna manera. Del resto, sólo un pequeño grupo afirmó estar en desacuerdo y pidió no ser rodada, compromiso que cumplimos escrupulosamente . El día del primer entrenamiento, momento en el que se inició el rodaje y que es también el comienzo de la película, se presentaron unas veinticinco mujeres que querían jugar y otras tantas para formar la peña de animadoras, la porra, como le llaman en Guatemala. Acudieron con sus maridos, sus hijos, sus sobrinos… El campo de entrenamiento era una pequeña explanada junto a la vía del tren que hacía las veces de basurero y que entre todos limpiamos para poder jugar en él. Los cuerpos de las mujeres, desgastados, deformes a pesar de que muchas eran jóvenes, mostraban que jamás habían hecho deporte. Al día siguiente, con agujetas hasta en los anillos, armadas de vendajes y pomadas, pero felices, sólo aparecieron quince jugadoras.
Dedicamos la primera semana a que se familiarizasen con la cámara y, fundamentalmente, a averiguar quienes se sentían más cómodas frente a ella. Tenía en mente a varias que podían funcionar bien, pero en eso de ponerse frente a la cámara, sólo cuando la enciendes confirmas quién vale y quién no, y te llevas monumentales sorpresas, tanto en un sentido como en otro. Era una película coral y necesitaba entre cinco y siete protagonistas. En apenas diez días tuve claro quienes eran.

No trabajaba con guión, pero sí con una escaleta de acontecimientos y situaciones que me permitiesen hacer avanzar la historia. El primero de ellos era el partido inagural del torneo, el día en que se presentaban en sociedad. Se inscribieron como “Las Estrellas”, obviando lo de La Línea. Entrenaron en secreto durante un mes porque, de haber sabido el club que unas prostitutas, y de la Línea, iban a jugar en sus instalaciones, habrían impedido que eso ocurriese. Necesitaría otras seis páginas para contar como maquinamos aquello, la forma en que logramos que se disputase el partido contra unas niñas del colegio americano, que acudiesen los principales medios de comunicación del país y más de un centenar de espectadores entre familiares de las jugadoras y curiosos, sin que la directiva del club se enterase de nada hasta que el balón ya estaba dando vueltas sobre el terreno de juego. Hubo partido. Y menos mal, porque hasta ese momento lo teníamos todo más o menos controlado, pero a partir de ahí dependíamos totalmente de los acontecimientos, de lo que ocurriese.

Podían ocurrir mil cosas, pero ocurrió lo que más nos convenía, que se montó un gran revuelo, que los padres de las niñas del colegio americano, guatemaltecas todas ellas, pusieron el grito en el cielo, que pidieron cambiar el césped artificial porque allí se había caído una prostituta dejando “su sangre sidosa sobre el suelo”, que las expulsaron del torneo con la excusa de que “la porra había dicho palabras soeces”, que los medios de comunicación locales y de todo el mundo, CNN, BBC, EFE, se hicieron eco de la noticia y acudieron con sus cámaras y grabadoras a entrevistarlas, que los columnistas de prensa y los programas de debate en las televisiones locales no hablaban de otro tema, que se creó una gran polémica que dividió al país entre los que se situaron a favor y los que estaban en contra. Justo lo que necesitábamos y lo que ellas deseaban.

Entonces llegaron las amenazas. El dueño del club donde se celebraba el campeonato era hijo de un ex presidente del gobierno, cabeza visible de un potente grupo de poder económico y político. Nos acusaron, entre otras excentricidades, de peligrosos izquierdistas, de provocadores, esto era verdad, y de estar rodando una película pornográfica, esto otro, por desgracia, no. Helicópteros de la policía comenzaron a volar sobre la Línea de forma intimidatoria. Nos vimos obligados a sacar el material rodado de la ciudad y detener el trabajo por unos días, hasta que pudieron comprobar que no se trataba de ningún contubernio judeo masónico sino de cuatro infelices haciendo una película.

El revuelo que se formó a nivel mediático fue de tal calibre que nadie se atrevió a prohibir el rodaje. Continuamos, y a partir de ahí los acontecimientos se precipitaron: La Policía Nacional Civil, para mostrar una cara más amable, invitó a Las Estrellas a jugar un partido contra mujeres policías. Se jugó en las mismas instalaciones donde habían sido detenidas decenas de veces, sólo que en esta ocasión fueron recibidas con banda de música. Más tarde salió un patrocinador que las invitó a jugar por todo el país durmiendo en hoteles de lujo y hasta jugaron un partido internacional en El Salvador, momento en el que decidimos terminar de rodar. Habían pasado dos meses y disponíamos de 170 horas de material. Necesité otros dos para visionar y clasificar imágenes y otros siete para, con la ayuda desinteresada de Pablo Blanco y Pablo Blanco Guzmán, tío y sobrino, redondear un montaje de casi dos horas del que pensaba sería imposible eliminar un solo plano. Varias semanas después la película estaba terminada y duraba 91 minutos.
El estreno mundial se celebró una noche de verano del año 2005 en la terraza de mi casa. Los invitados eran la docena de amigos imbéciles que me habían financiado, sus parejas y tres grandes productores de los que sólo uno acudió a la cita. Uno que disfrutó lo suficiente como para hacer una oferta concreta: la subiría a 35 mm, buscaría un distribuidor y la presentaría a los más importantes festivales. Bendita aparición. Dicho y hecho. Cuatro meses después “Estrellas de la Línea” participaba en la sección Panorama del Festival de Berlín y ganaba el segundo Premio del Público. En Mayo de 2006 se estrenaba en España con 35 copias, algo inusual para un documental, y en Agosto en Guatemala donde ha sido una de las películas más vistas del año. En paralelo participaba, y sigue participando, en numerosos festivales de todo el mundo cosechando hasta el momento una docena de premios. Una bola diminuta que crece y crece. Con el mismo productor que acudió a la cita de mi terraza me encontraba a punto de empezar a negociar un contrato que me convertiría, por fin, en un director de cine de verdad. El contrato aún no lo he firmado. Lo que sí estoy haciendo es reunirme de nuevo con mis amigos imbéciles para ver como andan de dinero para la siguiente película documental que quiero rodar. Les voy a contar de que va… por cierto ¿No tendrán mil euros?


Chema Rodríguez
Director de cine
Jurado de Imagineindia 2011