Hace 41 años, ni uno menos ni uno más, que Juan Margallo leyó algo como una poesía de Rabindranath Tagore. A nivel de España debía de ser la era precámbrica, cuando las ruedas allí, eran cuadradas, los relojes, de tierra, y el chocolate, elemento inexistente. Creo que era cuando los miembros del Partido Popular de España vivían mejor, según palabras textuales de los mismos. Yo no tenía como quien diría ni siquiera techo, así que, qué puedo decir sobre vivir mejor. Juan, que por entonces ya debía de parecer negro por el simple hecho de no poder hacer nada, había leído, como decía, una poesía de Tagore. Era sobre la muerte, la reinvención o la reencarnación, los lechos de los ríos y algo más que no alcancé a escuchar.
Cuarenta y tantos años después, en la calle mayor, cuando Juan hablaba con Diego Botto, le interrumpí, y pregunté, : Don Juan, porque así es como tienen que dirigirse todos a Don Margallo, ¿Conoce Vd algo de Rabindranath Tagore? Contestando él : "Si Abdur, leí algo hace 41 años sobre la muerte de los desclasados, y aún puedo recitarlo entero". Y comenzó, ante la pasmosidad de la acera derecha de la calle mayor, a recitar algo que pocos entendieron. Hablaba, creo, sobre marginados, castas, derechos, mujeres, etc. La gente absorta mirando, pensaba que era un loco. Y yo, ví las últimas bocanadas del mundo presente, llegando a través de las palabras al mundo antiguo, rememorando el sueño gigante de lo que pudo ser y no lo fué por culpa de la menudencia del tiempo presente.
¿Pones tú la música a la poesía? Díjo.
Don Juan, por Vd, yo me meto al conservatorio, respondí. Sí, pondré la música y Vd recita.
Diego Botto se alejó, andaba ya corriendo detrás de su pequeñín, Don Juan tenía prisa para ir a ver la actuación de Petra, su mujer. Unas jóvenes bailarinas salieron de la muchedumbre, para pedirle un abrazo. Y en una estrecha curva del tiempo, los abrazos marcaron la huella de un empeño colosal en un breve espacio.
Se alejó con pasos rápidos el gigante de los sueños y las realidades en una sucesión de las edades del tiempo. La luz que reflejó encendió la acera derecha de la calle mayor y de paso los almas que por allí paseaban.
El paso de la huella humana que da luz a tu cara.
Ocurrió en la calle mayor en un intenso día de niebla.
QAZI ABDUR RAHIM
Imagineindia
Cuarenta y tantos años después, en la calle mayor, cuando Juan hablaba con Diego Botto, le interrumpí, y pregunté, : Don Juan, porque así es como tienen que dirigirse todos a Don Margallo, ¿Conoce Vd algo de Rabindranath Tagore? Contestando él : "Si Abdur, leí algo hace 41 años sobre la muerte de los desclasados, y aún puedo recitarlo entero". Y comenzó, ante la pasmosidad de la acera derecha de la calle mayor, a recitar algo que pocos entendieron. Hablaba, creo, sobre marginados, castas, derechos, mujeres, etc. La gente absorta mirando, pensaba que era un loco. Y yo, ví las últimas bocanadas del mundo presente, llegando a través de las palabras al mundo antiguo, rememorando el sueño gigante de lo que pudo ser y no lo fué por culpa de la menudencia del tiempo presente.
¿Pones tú la música a la poesía? Díjo.
Don Juan, por Vd, yo me meto al conservatorio, respondí. Sí, pondré la música y Vd recita.
Diego Botto se alejó, andaba ya corriendo detrás de su pequeñín, Don Juan tenía prisa para ir a ver la actuación de Petra, su mujer. Unas jóvenes bailarinas salieron de la muchedumbre, para pedirle un abrazo. Y en una estrecha curva del tiempo, los abrazos marcaron la huella de un empeño colosal en un breve espacio.
Se alejó con pasos rápidos el gigante de los sueños y las realidades en una sucesión de las edades del tiempo. La luz que reflejó encendió la acera derecha de la calle mayor y de paso los almas que por allí paseaban.
El paso de la huella humana que da luz a tu cara.
Ocurrió en la calle mayor en un intenso día de niebla.
QAZI ABDUR RAHIM
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