Siempre sentí una presión interna, de niño, allá lejos del mundo tal como nos habían explicado los padres y los libros de texto. Porque había mundos que no eran tal. Simplemente no eran mundos. Digo, siempre sentí una presión en el interior que no sabía como explicarlo. Eso que yo sólo tenía 6 años. Se dice que a esa edad uno no llega a saber de nada, ser inconsciente e incluso cruel. Pero, cómo decir que algunos niños, algo debían de entender. A lo mejor a los niños vecinos les ocurría lo mismo. Nunca llegué a saberlo. Al fin, tampoco es que entendiera tanto.
Si ya en los meses de verano esa presión se hacía poco soportable, con la llegada de los monzones se enjuagaba a peor, con hedores varios, el agua del suelo, mosquitos en el aire, que hacía como más asfixiante todo. Creo que sólo el momento concreto de la lluvia daba el respiro necesario para seguir viviendo.
Y la causa era que, ya en esos tempranos años, me preguntaba por qué mi abuela iba tapada desde la cabeza hasta las chancletas (porque usaba chancletas para salir) de un negro que no sabría describir, con un burka. Siempre me díje ¿Por qué irá así con lo guapa que es?
Un día me atreví a preguntarla : ¿Abuela, por qué vas tapada con un saco de patatas de color negro, si tu eres blanca? Como pronta respuesta resonó en el aire una suave voz : "Por el sol, hijo, por el sol". El resto, creo que nunca lo escuchó : "Abuela, el negro atrae el sol, da más calor, etc etc". Ya no hubo más debate. Así que era el sol. Llegué a maldecir al sol, por lo guapa que era mi abuela, lo bonito que era su pelo y tenía que ir, obligatoriamente por arte de quién está arriba, demasiado, del todo tapada.
Mis tías estaban creciendo y llegaban a la edad en que a mí también me llamaban la atención. Tenían que salir fuera cada vez más, al instituto, luego a la universidad. Y no es necesario subrayar que surgió el tema de taparse o no taparse. Estuve en esa comisión, de espectador sin voto, donde se decidió el futuro de mis tías. Diversas discusiones acaecieron entre las mujeres aunque mayormente entre generaciones. Las tías no querían velo, y las abuelas sí. A mi tío que no le gustaban en absoluto las escaramuzas entre féminas, y zanjó la cuestión : "En esta casa hay 7 mujeres y sólo tenemos dos velos. Así pues, las jóvenes, al instituto sin velo, ni pañuelo. Pero con la condición de que sus pelos estuvieran bien limpios y relucientes". Añadió : "Y disfrutad del mundo". Pienso ahora, que le encantaban el pelo femenino y el mundo.
Esos dos velos negros murieron de inanición, ya que a mi abuela no la gustaba ir entre mis bellas tías hecha un saco de patatas de color negro y un día ya no se lo puso más.
Las tías terminarían de varios modos la universidad, sin que nadie las hubiera mirado mal por no llevar el velo. De hecho consta que nunca hubo un incidente. El tío, que siempre fue muy práctico y musulmán, y que se preocupó más por las neuronas de mis tías que por no dejar ver sus pelos, moriría sin haber tocado un sólo pelo de mujer, sacrificándose por toda la familia en los tiempos duros de truenos lejanos.
En un mundo convulso, estéril es el debate sobre los velos. Quizás hubiera que contar cuantas chicas musulmanas terminan la universidad. Ojalá cada día sean más. El responsable de esta situación: ¿El tío?
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